
Qué callado se lo tenía en aquel grupo de teatro en el instituto. Tampoco dijo nada cuando la casa se le quedó pequeña y se lanzó a conquistar Sevilla. Pocos sospechaban que, también desde las aulas de Periodismo, miraba de reojo el escenario. Un día puso pies en pared y, entre sorpresas y no-me-extraña varios, sacó aquello del “Mamá, quiero ser artista”. Preinscripción, preparación de pruebas (ella soñaba con Yerma pero el guión le exigió ser Julieta), nervios y ¡alehop!, el triple salto mortal al mundo de los titiriteros, miren, salió bien, y aterrizó de una pieza en la ESAD de Sevilla. Con las horas de sueño en números rojos y arrastrando tupperwares de macarrones con tomate a la sala de alumnos de la escuela, prestó voz a la Juana de Buero Vallejo, a la Medea de Anouilh o a la Antígona de Zambrano. Con el cuerpo hecho ciento le ha dado tiempo aún de enredarse en los cables de algún que otro rodaje. El de la tv movie Lo que ha llovido a las órdenes de Antonio Cuadri, por ejemplo. O las aventuras teatrales bajo la batuta de Julio Fraga o Alfonso Zurro. O –ya en Madrid, donde se despierta desde hace algunos años– meterse en el bosque de Caperucita con la serie Cuéntame un cuento para Antena 3. Si antes estuvo remando en Embudo Club Teatro, Blablabla Teatro a las órdenes de Antonio Ricón-Cano, ahora lo hace en Popolo Producciones (compañía fundada por ella misma) y Sieteatro bajo la batuta de Pablo Canosales. Con esta familia artística sigue navegando en el ancho mar (y peligroso, dicen algunos) de las tablas.
Si le pides que te explique qué es eso de las artes escénicas, te habla de Lorca o de Fellini. Cuando no está sobre (o en torno a) unas tablas se la puede encontrar soñando con trenes, buscando donuts o cualquier otra forma de azúcar desesperadamente, o perpetrando versiones de Lola Flores de camino al sur de Portugal.
